Los niños y niñas pueden presentar dificultades en el desarrollo relacionadas con la alimentación, como rechazo, evitación, tendencia a la compulsividad, etc. Y estas necesidades son atendidas desde diferentes ámbitos, el educativo, el sanitario y otros servicios propios de atención a la infancia. Esta dificultad puede estar o no relacionada con un trastorno asociado.
Las dificultades propias del autismo a nivel conductual, tal y como detalla la revista española de Nutrición comunitaria en la revisión bibliográfica sobre el tema, “empiezan a ser evidentes en la primera Infancia (12-24 meses). La gravedad se basa en deterioros de la comunicación social y en patrones de comportamientos, actividades e intereses restringidos y repetitivos”. (1) (Sara,S. 2015)
Detectamos desde nuestra práctica profesional, que existe, cuando se trata de niños y niñas con autismo, una necesidad de intervención más específica, basada en conocimientos sobre la presentación de los criterios diagnósticos del Espectro del Autismo, y por lo tanto, sobre los signos presentes en el mismo, relacionados con la alteraciones cualitativas en la interacción social recíproca y la comunicación, los patrones de conducta restringidos, repetitivos y estereotipados y las dificultades en el procesamiento sensorial. Debemos tener presente también otros factores acompañantes, como la presencia o no de discapacidad intelectual o capacidad intelectual límite, problemas de conducta, comorbilidades de salud mental y, en definitiva, las características personales individuales.
Esta información recopilada desde la práctica profesional se confirma al valorar la evidencia científica, que demuestra que: “Las investigaciones más recientes coinciden en que los niños con TEA, comparados con niños con DT (desarrollo típico), tienen más problemas con la alimentación. Varios estudios reportaron que son selectivos y tienen menor variedad en sus dietas”. (Sara,S. 2015)
Para la intervención en las dificultades en la alimentación, encontramos perfiles profesionales que colaboran de forma interdisciplinar para poder ofrecer la valoración y atención más completa y adecuada. Éstos son logopedas, nutricionistas, pediatras, psicólogos, terapeutas ocupacionales o fisioterapeutas, maestros, etc.
La concepción de este análisis comparativo de los comportamientos de niños y niñas con autismo y sin él y de la relación de las características físicas y sensoriales de los alimentos con su alimentación, se justifica por la experiencia terapéutica y socioeducativa de los perfiles profesionales mencionados, en el que el terapeuta Ocupacional, desde el enfoque de la Integración Sensorial, ofrece un tratamiento adecuado a las necesidades propias del niño/a y de la familia. Intervención que parte de una exhaustiva valoración del procesamiento sensorial para ofrecer un tratamiento adecuado a sus necesidades y las de su familia y/o cuidadores principales, que a menudo pueden encontrar dificultades mayores en períodos como la introducción de nuevos alimentos a la dieta de sus hijos. Tal y como detallan estudios recientes: “En la literatura de investigación, los padres de niños con selectividad alimentaria reportan niveles de estrés más altos que los padres de niños sin selectividad alimentaria»(2) (Bandini et al., 2010).
Una vez recogida la necesidad por parte de las familias que atendemos, sumada a la evidencia científica de la presencia de mayor selectividad en niños/as dentro del Espectro del Autismo, detallada en diversos estudios como un momento difícil y estresante para las familias, y que desencadena en muchos casos la petición de intervención de tipo conductual en los niños, se plantea realizar un estudio para ayudar a interpretar los factores que pueden ocasionar este rechazo y limitación en su dieta.